Altamar no solo es un sinónimo de fiesta, es mucho más que es eso. Este nombre esconde una larga historia detrás que vamos a explicar para que quien lea estas líneas sea participe de esta aventura.
Hace algunos años, un grupo de amigos se juntaron para hacer fiestas privadas en todo tipo de lugares. En poco tiempo se dieron cuenta de que se les daba bien, muy bien. Tanto es así que no tardaron en tener la oportunidad de transformar esa actividad en un negocio que se materializó en una pequeña discoteca llamada Altamar.
Pero nada es para siempre y un día esta mítica sala de la zona de Tramuntana cerró sus puertas. Lejos de dejarse llevar por la pena, ese grupo de amigos pensaron que eso no tenía porque significar solo el fin de una etapa sino el principio de un nuevo ciclo. Entendieron que la esencia de Altamar no tenía porque significar un lugar físico, que Altamar no era un edificio ni un local ni un municipio concretos; Altamar era un grupo de personas, una manera de entender la fiesta y la diversión, un sentimiento de pertenencia y de orgullo del camino andado.
Y así fue como Altamar pasó de ser un club a una fiesta itinerante mallorquina. Su éxito radica hoy, como lo fue en sus inicios, en que no es un negocio, es una fiesta de amigos para amigos, un tinglado montado por gente que lo quiere pasar bien haciendo que los demás se lo pasen bien, cuya idea es ofrecer aquello que les gusta encontrar cuando van de jarana y que prestan atención a estos detalles que son importantes para ellos y que en su opinión pueden convertir una fiesta en un fiestón.
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